Wednesday, August 25, 2010
El Señor de Doña Gloria [herejía del evangelio de la prosperidad]
El Señor de doña Gloria
Por Oneide Bobsin
Doña Gloria no falta a ningún culto de su nueva iglesia de la cadena de la prosperidad. Todos los lunes, puntualmente, va al templo a orar por la prosperidad, pues hace algún tiempo su negocio iba de mal en peor. En un culto de esa iglesia halló la explicación de su infortunio: los malos espíritus se habían apoderado del espacio de su panadería y pastelería.
Como la mejoría no iba a la medida de su voluntad, Gloria empezó a presionar al señor. Esto le habían enseñado en su nueva iglesia. "Presione al señor, porque él fue quien prometió riquezas a sus hijas e hijos", decía el pastor.
"Si usted no tiene éxito, insista ante el señor y mire si su fe no es demasiado débil". De esta manera, el pastor descargaba a su iglesia de responsabilidad por la falta de éxito, transfiriéndolo al creyente y a la divinidad.
Cuando el negocio empezaba a salir de la crisis, un nuevo hecho amenazó con echar todo por los suelos. Agentes de la oficina tributaria le aplicaron una cuantiosa multa. Doña Gloria estaba evadiendo impuestos.
Para continuar su actividad, tuvo que pagar los impuestos no pagados. Esto, naturalmente, afectó el capital de su empresa. Pero el éxito en los negocios confirmó su fe en el señor glorioso de la prosperidad.
Luego de un tiempo de relativo éxito, su competidor más cercano cerró su tienda. Entonces, doña Gloria fue al templo a dar testimonio público de que el señor había bendecido ricamente, pues las ventas habían aumentado sustancialmente.
Agradecida, renovó su adhesión a la cadena de la prosperidad. Durante siete semanas entrego al templo un sobre con siete reales (aproximadamente dos dólares). Al cumplir su promesa, que sumaba unos 49 reales (alrededor de 14 dólares) recibió una porción de sal bendita, que debía esparcir por el interior de su tienda, a fin de impedir la entrada de los malos espíritus del fracaso.
Posteriormente, doña Gloria tuvo que comparecer ante un tribunal laboral. Una de sus empleadas la denunció por no pagar horas extras y faltas a la salubridad en su tienda. La multa fue onerosa. Además, una nueva competidora abrió una panadería en el local de la que habían cerrado.
Viéndose ante nuevas dificultades, doña Gloria, indignada, dijo a sus empleadas que las bendiciones le llegarían de cualquier manera, aunque tuviese que arrojar la Biblia al suelo y zapatear encima de ella. Lo cual, de hecho, ocurrió unos meses más tarde.
Ahora doña Gloria es una mujer bendecida. Ha abierto dos nuevas panaderías. El señor le ha dado éxito. Por eso participa en todas las campañas de la cadena de la prosperidad. Religiosamente, asegura, entrega al señor el diezmo de todos sus ingresos. Y afirma ser una mujer bendecida.
Ante las amenazas de los nuevos sin sabores a causa de los competidores, que no tienen la misma fe, doña Gloria vuelve a presionar al señor de este siglo. El señor conoce la fuerza de sus oraciones. Su santa palabra puede volver a sentir el impacto de los pesados pies de doña Gloria.
Pero no solo el señor vive bajo las amenazas de doña Gloria. Sus empleadas también. La que no se somete a las órdenes de doña Gloria se encuentra con un pie en la calle en una época en que conseguir empleo es muy difícil.
Además sus bendiciones siguen creciendo, con horas extras no pagadas e impuestos evadidos.
La mano invisible del mercado, que se confunde con la mano del Señor, lleva prosperidad a doña Gloria. Pero no derrama bendiciones sobre sus empleadas, dice una de ellas.
Gloria tiene su propio señor.
*Oneide Bobsin es pastor de la Iglesia Evangélica de Confesión Luterana de Brasil y profesor de Ciencias de las Religiones en la Escuela Superior de Teología de Sao Leopoldo, Brasil. Extraído de www.alcnoticias.org
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