Sunday, June 21, 2009

Declaraciones del Presidente - Desayuno Hispano de Oración Nacional


THE WHITE HOUSE
Oficina del Secretario de Prensa
PARA PUBLICACIÓN INMEDIATA
19 de junio, 2009

Declaraciones del Presidente
Desayuno Hispano de Oración Nacional

J.W. Marriott
Washington, DC
9:32 A.M. EDT



EL PRESIDENTE: Gracias. Buenos días.

AUDIENCIA: Buenos días.

EL PRESIDENTE: Me complace ver a todos aqui. Solo unos reconocimientos breves. Nuestra sobresaliente Secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, está aqui. Por favor denle un gran aplauso. (Aplausos) El gran Gobernador del estado de Pensilvania, Ed Rendell. (Aplausos) Dos miembros especiales de mi equipo que yo quiero que todos ustedes lleguen a conocer. Primero, tenemos una Oficina de Sociedades Vecinales y Basadas en la Fe de la Casa Blanca, si aún no lo han conocido, Joshua DeBois es simplemente un joven maravilloso, por favor denle un gran aplauso, el ayuda a organizar mucho de nuestro acercamiento basado en la fe. (Aplausos) Y nuestra Directora de Relaciones Intergubernamentale s, una de mis personas favoritas, Cecilia Muñoz, por favor denle un gran aplauso. (Aplausos)

Quiero darle las gracias al reverendo Cortés por la maravillosa presentación y la maravillosa oración por mi y mi familia. Quiero darle las gracias a Esperanza y a todos ustedes que trabajaron tan arduamente para organizar este Desayuno Hispano Nacional de Oración Conferencia. Y también quiero sumarme a ustedes para reconocer el trabajo de Adolfo Carrión, padre. En éste fin de semana del Día del Padre, (Aplausos) en éste fin de semana del Día del Padre, sé que mi director de asuntos urbanos, el hijo de Adolfo, está particularmente orgulloso de su papá. También quiero agradecerles a todos ustedes por la labor que realizan todos los días. Al servir a sus comunidades, representan lo mejor de nuestro país, y es un honor para mí unirme a ustedes en oración esta mañana.

En un momento en el que no faltan desafíos que ocupan nuestro tiempo, es incluso más importante dar un paso atrás, y dar gracias y buscar orientación mutua, pero aún más importante, de Dios. A eso hemos venido.
Podemos comenzar por agradecer el legado que nos permite congregarnos. Fue genial de parte de los fundadores de Estados Unidos proteger la libertad de todas las religiones, y a quienes no practican ninguna religión. Entonces, al rezar juntos, recordemos que ésta es una nación de cristianos y musulmanes, y judíos e hindúes, y también de no creyentes. Es esta libertad la que permite que la fe crezca dentro de nuestras fronteras. Es esta libertad la que le da más fuerza a nuestra nación.

Para aquellos de ustedes que recurren a la fe como fuerza rectora en la vida, la oración tiene muchos propósitos. Para muchos, es una fuente de apoyo en momentos difíciles. El Presidente Lincoln, a quien se refirió el Reverendo Cortés, dijo una vez, "Muchas veces, la incontenible convicción de que no tenía a quién más acudir me ha llevado a hincarme de rodillas". Y aunque los desafíos que he enfrentado parecen insignificantes comparados con los de Lincoln, sé que más de una vez me ha entrado la misma convicción en los últimos cinco meses.
Pero la oración es más que el último recurso. La oración nos ayuda a buscarle sentido a nuestras vidas y nos ayuda a encontrar la visión y la fuerza para ver el mundo que queremos forjar. Y de eso me gustaría hablar unos cuantos minutos hoy.

La presencia de este público me hace recordar el poder de la fe en Estados Unidos: la fe en Dios y la fe en la promesa de este gran país. Cada uno de nosotros viene de muchos lugares distintos. Posiblemente tengamos raíces en países distintos y representamos un amplio espectro de creencias personales y políticas. Pero todos nosotros le rezamos a Dios. Todos nosotros compartimos la determinación de forjar un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. Y ése debe ser un punto de partida para encontrar terreno común y para el Estados Unidos que queremos forjar.

Como algunos de ustedes, soy hijo de alguien que vino a estas costas en busca de un futuro mejor. Y aunque es cierto que soy el primer presidente afroamericano, no hay nada singular ni insólito en las oportunidades que este país me dio. Más bien, como muchas generaciones de estadounidenses, podía contar en la promesa fundamental de que independientemente de apariencia u origen, Estados Unidos te dejará llegar tan lejos como tus sueños y tu esfuerzo te lo permitan. Y esa promesa es clave en la historia de Estados Unidos. Es una historia compartida por muchos de ustedes, por miembros del clero y del Congreso; por líderes empresariales y organizadores comunitarios. Es la historia de todo niño que tiene la oportunidad de ir más lejos de lo que pudieron hacerlo sus padres. Es la historia de una niña de un barrio de viviendas subsidiadas que llegó a ser nombrada al tribunal de mayor jerarquía del país. (Aplausos.) Y estoy seguro de que es una historia que algún día será relatada por el primer presidente hispano de Estados Unidos de Norteamérica. (Aplausos.)

Pero sabemos que queda mucho más trabajo por hacer para extender la promesa de una vida mejor a todos nuestros hijos y nietos. En todo lo que hacemos, nos debe guiar ese simple mandamiento en el que coinciden todas las grandes religiones del mundo: amar al prójimo como a uno mismo.

En el siglo XXI, hemos aprendido que esta verdad es central no sólo en nuestra propia vida, sino para nuestro éxito como nación. Si nuestros hijos no pueden recibir educación de primera que necesitan para tener éxito, entonces Estados Unidos no podrá competir con otros países. Si nuestras familias no pueden pagar el seguro médico, entonces los costos aumentan para todos nosotros: las personas, empresas y el gobierno. Si los vecinos no pueden pagar su préstamo hipotecario y residentes de la misma ciudad no pueden encontrar empleo, entonces esos problemas afectarán otros sectores de nuestra economía.

Y es por eso que nos hemos reunido para bien del futuro que queremos forjar: uno en el que todos nuestros hijos vayan a las mejores escuelas, toda nuestra gente pueda ir a trabajar y ganarse la vida, todas nuestras familias puedan pagar los cuidados médicos, y la prosperidad esté al alcance de todos. Juntos, podemos forjar un futuro en el que se cumpla la promesa de Estados Unidos para una nueva generación.

También sabemos que cumplir esta promesa significa respetar la tradición de Estados Unidos como estado de derecho y nación de inmigrantes. Esas cosas no son contradictorias, se complementan. Es por eso que estoy comprometido a lograr la aprobación de la reforma integral de inmigración como Presidente de los Estados Unidos. (Aplausos.)

El pueblo estadounidense – el pueblo estadounidense cree en la inmigración, pero también creen que no podemos tolerar una situación en la que la gente viene a Estados Unidos trasgrediendo las leyes, ni podemos tolerar que los empleadores exploten a los trabajadores indocumentados para reducir los salarios. Por eso estamos tomando medidas para reforzar la seguridad de las fronteras y debemos redoblar esos esfuerzos. También tenemos que clarificar el estatus de millones que están aquí ilegalmente, muchos de los cuales han echado raíces. A aquellos que desean hacerse ciudadanos, les debemos exigir que paguen una multa y que paguen impuestos, aprendan inglés y se pongan al final de la fila, detrás de quienes han cumplido con las normas. Ése es el camino justo, práctico y prometedor a seguir, y eso es lo que me he comprometido a lograr como Presidente de los Estados Unidos. (Aplausos.)

Nunca debemos olvidar que una y otra vez, la promesa de Estados Unidos ha sido renovada por inmigrantes que se hicieron parte de la historia estadounidense. Lo vemos en todos los estados de nuestro país. Lo vemos en nuestras familias y nuestros vecindarios. Como Presidente, ha sido un honor para mí verlo demostrado por los hombres y mujeres que llevan el uniforme de Estados Unidos.

El mes pasado, tuve el honor de darles la bienvenida a miembros de las fuerzas armadas, como ciudadanos por primera vez. En ese grupo había rostros de todos los rincones del mundo. Y un hombre de Nicaragua –Jeonathan Zapata– había esperado toda su vida para ponerse al servicio de nuestro país a pesar de que todavía no era ciudadano. “Al servir en las fuerzas armadas”, afirmó, “también puedo retribuirle a Estados Unidos lo que me ha dado”. Lo hizo en Afganistán e incluso contribuyó a tripular el aterrizaje número 400,000 en el USS Kitty Hawk.
Y la historia de Jeonathan tampoco es singular. Es parte de un orgulloso legado de servicio. Durante muchas generaciones, los estadounidenses de origen hispano han servido con gran compromiso y valor, y ahora hay casi 150,000 hispanoamericanos al servicio de nuestra bandera. Y hoy, nos enorgullece – (Aplausos.) – hoy nos enorgullece darles la bienvenida a varios de ellos, combatientes heridos que se recuperan en el Walter Reed. Sírvanse acompañarme en el reconocimiento a sus servicios y a recordarlos a ellos y a todos nuestros soldados en nuestros pensamientos y nuestras oraciones. (Aplausos.)

Estos soldados han dedicado la vida al servicio de sus conciudadanos estadounidenses. Su ejemplo –al igual que el de todos nuestros hombres y mujeres de uniforme– debe inspirarnos a preguntar qué podemos hacer para aportar más a nuestras comunidades y nuestro país, porque la mayor responsabilidad que tenemos como ciudadanos es la que tenemos unos con los otros.
Ése es el espíritu que necesitamos para forjar, ese es el Estados Unidos que queremos. Y para hacerlo, debemos poner de lado nuestras divisiones para ir en pos de las esperanzas y sueños comunes que tenemos; debemos hacer que cobre vida esa convicción fundamental de que debo velar por mi hermano, debo velar por mi hermana.

Las Escrituras nos dicen: “La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas” Hoy, pidamos la fortaleza para encontrar la palabra en nuestro corazón y la visión para ver el Estados Unidos que podemos forjar juntos como una nación, y como un pueblo. Gracias por su cooperación. Gracias por sus oraciones. Que Dios bendiga a Estados Unidos de Norteamérica. (Aplausos.)

FIN 9:44 A.M. EDT




Office of the Press Secretary

For Immediate Release June 19, 2009

REMARKS BY THE PRESIDENT
AT THE ESPERANZA NATIONAL HISPANIC PRAYER BREAKFAST

J.W. Marriott
Washington, D.C.

9:32 A.M. EDT

THE PRESIDENT: Thank you. Buenos días.

AUDIENCE: Buenos días.

THE PRESIDENT: It is good to see everybody here. Just a few quick acknowledgments. Our outstanding Secretary of Department of Homeland Security, Janet Napolitano, is here. Please give her a big round of applause. (Applause.) The great governor of the state of Pennsylvania, Ed Rendell. (Applause.) Two special members of my staff that I want all of you to get to know. First of all, we have a White House Office of Faith-Based and Neighborhood Partnerships -- if you haven't already met him, Joshua DeBois is just a wonderful young man, please give him a big round of applause; he helps to organize a lot of our faith outreach. (Applause.) And our director of Intergovernmental Affairs, one of my favorite people, Cecilia Muñoz, please give her a big round of applause. (Applause.)

I want to thank Reverend Cortes for the wonderful introduction and the wonderful prayer for me and my family. I want to thank Esperanza, and all of you who worked so hard to put together the National Hispanic Prayer Breakfast and Conference. And I also want to join you in honoring the work of Adolfo Carrion Sr. on this Father's Day weekend -- (applause) -- on this Father's Day weekend I know that my director of Urban Affairs, Adolfo's son, is particularly proud of his dad. I also want to thank all of you for the work that you do each and every day. Through your service to your communities, you represent the very best in our country. And I'm honored to join you in prayer this morning.
At a time when there's no shortage of challenges to occupy our time, it's even more important to step back, and to give thanks, and to seek guidance from each other -- but most importantly, from God. That's what we've come here to do.

We can begin by giving thanks for the legacy that allows us to come together. For it was the genius of America's Founders to protect the freedom of all religion, and those who practice no religion at all. So as we join in prayer, we remember that this is a nation of Christians and Muslims and Jews and Hindus and non-believers. It is this freedom that allows faith to flourish within our borders. It is this freedom that makes our nation stronger.

For those of us who draw on faith as a guiding force in our lives, prayer has many purposes. For many, it is a source of support when times are hard. President Lincoln, who Reverend Cortes mentioned, once said, "I have been driven many times upon my knees by the overwhelming conviction that I had nowhere else to go." And while the challenges that I've faced pale in comparison to Lincoln's, I know that more than once I've been filled with the same conviction over the last five months.

But prayer is more than a last resort. Prayer helps us search for meaning in our own lives, and it helps us find the vision and the strength to see the world that we want to build. And that's what I'd like to talk about for just a few minutes today.

As I look out at this audience, I'm reminded of the power of faith in America -- faith in God, and a faith in the promise of this great country. Each of us come from many different places. We trace our roots back to different nations, and we represent a broad spectrum of personal and political beliefs. But all of us pray to God. All of us share a determination to build a better future for our children and grandchildren. And that must be a starting point for common ground, and for the America that we want to build.

Like some of you, I am the son of a parent who came to these shores in search of a better future. And while I may be the first African American President, there is nothing unique or unusual about the opportunities that this country gave to me. Instead, like generations of Americans, I could count on the basic promise that no matter what you look like, or where you come from, America will let you go as far as your dreams and your hard work will carry you.

And that promise is at the heart of the American story. It's a story shared by many of you -- by clergy and members of Congress; by business leaders and community organizers. It's the story of every young child who has the opportunity to go farther in life than their parents were able to go. It's the story of a young girl who could rise from a public housing project to be nominated for the highest court in the land. (Applause.) And I am confident that it's a story that will someday be told by the first Hispanic President of the United States of America. (Applause.)

But we know there is much more work to be done to extend the promise of a better life to all our children and grandchildren. In all that we do, we must be guided by that simple command that binds all great religions together: Love thy neighbor as thyself.

In the 21st century, we've learned that this truth is central not just to our own lives, but to our success as a nation. If our children cannot get the world-class education they need to succeed, then America will not be able to compete with other countries. If our families cannot afford health care, then the costs go up for all of us -- individuals, businesses, and government. If folks down the street can't pay their mortgage and folks across town can't find a job, then that pain is going to trickle into other parts of our economy.
And that's why we've come together on behalf of the future that we want to build -- one where all of our children go to the best schools, all our people can go to work and make a living, all our families can afford health care; and prosperity is extended to everybody. Together, we must build a future where the promise of America is kept for a new generation.
We also know that keeping this promise means upholding America's tradition as a nation of laws and a nation of immigrants. Those things aren't contradictory; they're complementary. That's why I'm committed to passing comprehensive immigration reform as President of the United States. (Applause.)


The American people -- the American people believe in immigration, but they also believe that we can't tolerate a situation where people come to the United States in violation of the law, nor can we tolerate employers who exploit undocumented workers in order to drive down wages. That's why we're taking steps to strengthen border security, and we must build on those efforts. We must also clarify the status of millions who are here illegally, many who have put down roots. For those who wish to become citizens, we should require them to pay a penalty and pay taxes, learn English, go to the back of the line behind those who played by the rules. That is the fair, practical, and promising way forward, and that's what I'm committed to passing as President of the United States. (Applause.)


We must never forget that time and again, the promise of America has been renewed by immigrants who make their story part of the American story. We see it in every state of our country. We see it in our families and in our neighborhoods. As President, I've been honored to see it demonstrated by the men and women who wear the uniform of the United States.
Last month, I had the honor of welcoming a group of our service members as citizens for the very first time. In that crowd, there were faces from every corner of the world. And one man from Nicaragua -- Jeonathan Zapata -- had waited his whole life to serve our country even though he was not yet a citizen. "By serving in the military," he said, "I can also give back to the United States." He's done so in Afghanistan, and he even helped man the 400,000th aircraft landing aboard the USS Kitty Hawk.


And Jeonathan's story is not unique either. He's part of a proud legacy of service. For generations, Hispanic Americans have served with great commitment and valor, and there are now nearly 150,000 Hispanic Americans serving under our flag. And today we are proud -- (applause) -- today we are proud to welcome several of them who are wounded warriors recovering at Walter Reed. Please join me in honoring their service, and in keeping them and all of our troops in our thoughts and prayers -- please. (Applause.)
These troops have dedicated their lives to serving their fellow Americans. Their example -- like those of all of our men and women in uniform -- should challenge us to ask what we can do to better serve our communities and our country, because the greatest responsibility that we have as citizens is to one another.


That's the spirit we need to build; that's the America that we seek. And to do so, we must look past our divisions to serve the hopes and dreams that we hold in common. We must give life to that fundamental belief that I am my brother's keeper, that I am my sister's keeper.
Scripture tells us, "The word is very near to you. It is in your mouth and in your heart so you may obey it." Today, let us pray for the strength to find the word in our hearts, and for the vision to see the America that we can build together as one nation, and as one people.
Thank you for your partnership. Thank you for your prayers. May God bless all of you, and may God bless the United States of America. (Applause.)


END 9:44 A.M. EDT

No comments: